Diez bombas en cuatro trenes de cercanías entre las 7:36 y las 7:39 de la mañana. Tres minutos. 192 muertos y 1.898 heridos. 34 personas en la estación de Atocha. 14 en Santa Eugenia. 65 en El Pozo. 63 frente a la calle Téllez.16 en los hospitales. Eduardo estaba al mando del grupo de agentes que empezó a recoger los cadáveres y a transportarlos en la estación de Atocha. “Sobrepasados. No fuimos conscientes hasta el mediodía”, reconocía Eduardo. Su equipo y él mismo actuaron por puro instinto, prácticamente sin pensar. Siempre con la sensación de impotencia rondando en sus mentes; con la sensación de que nada era suficiente para ayudar en semejante situación. Durante los días posteriores Eduardo no dormía por las noches. Se despertaba y se acercaba a la habitación de su hija, la tocaba y respiraba aliviado. Estaba viva.
El padre de Marcos Moreno no. Francisco Moreno solía coger el tren en Coslada para ir a trabajar a una pescadería en Embajadores. Marcos Moreno recuerda “unas horas de auténtica locura” tratando de localizar a su padre. Entre llamadas, y yendo de hospital en hospital, consiguió encontrarlo en el 12 de octubre. Estaba en coma, y ya nunca despertó. Fue una de las dieciséis personas que fallecieron en los hospitales. “Sin poder despedirnos de él, sin saber si sufría o no. Fue una horrible espera de lo inevitable”, recordaba Marcos Moreno para EFE. Francisco Moreno, el día anterior, no había cogido ese tren. El día anterior, se habría salvado.
El 11 de marzo no había suficientes Eduardos para atender a tantos heridos. La generosidad de los vecinos fue decisiva en muchas ocasiones: arrojaron mantas por las ventanas y ofrecieron sus botiquines. Salieron de sus casas a ofrecer su apoyo, sus manos, su ayuda. Todo ello clave hasta la llegada de las ambulancias. Todo podía ser de gran utilidad. Cinturones de cuero y de gabardinas para hacer torniquetes, y puertas del tren para improvisar camillas. Muchos acudieron sin dudar a los hospitales a donar sangre, tanto, que las propias televisiones en sus informativos le pidieron a la ciudadanía que dejara de acudir; que no era necesario, porque además se corría el riesgo de entorpecer la labor de los médicos y enfermeros. La buena coordinación y el esfuerzo de muchos, lograron salvar vidas. A las 14:30 se habían resuelto todos los casos urgentes en los hospitales madrileños. La propia crueldad de algunos seres humanos había hecho florecer la solidaridad en otros tantos.
Ante una catástrofe provocada de semejante magnitud, solo cabía preguntarse una cosa: ¿por qué? Fernando Reinares, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos escribió un libro al respecto. ¡Matadlos! se titula. Él asegura que a 6.600 kilómetros del lugar del atentado, en Pakistán, Amer Azizi comenzó a planear el 11M. La operación Dátil, impulsada en 2001 por el juez Baltasar Garzón para acabar con una célula de Al Qaeda instalada en España desde 1994, acabó por tener a los compañeros de Azizi, y a su líder. Abu Dahdah. Pero Azizi no fue capturado. Reinares sostiene que haber perdido a buena parte de sus compinches y a su líder a manos de “infieles” impulsó una idea de venganza en la mente de Azizi. Una idea que se vio reforzada en febrero de 2002, durante la reunión de varios grupos yihadistas en Estambul. Allí acordaron que la guerra santa también afectaría a los países occidentales, poblados por infieles. Uno de ellos, España.
La red de yihadistas detrás del 11M cuenta con tres sectores: los miembros no detenidos de la célula de Abu Dahdah, las estructuras del Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM), y la banda ‘El Chino’ —un grupo de delincuentes radicalizados a través de la religión—. A estos tres sectores se suman, según Reinares, otros miembros que no se encuentran directamente incluidos en ninguno de esos tres grupos, pero que igualmente se adhirieron a la causa. En marzo de 2002 se empezó a planear; empezaron a congregarse. Terminaron de hacerlo en agosto de 2003. Por tanto, el grupo se formó solo seis meses después de los atentados del 11S en Estados Unidos; cuatro meses después de la guerra de Afganistán y por consiguiente de la operación Dátil; un año antes de la guerra de Irak, y 20 meses antes del anuncio oficial de convocatoria de elecciones para el 14 de marzo de 2004.
Reinares sostiene que no hay relación causa-efecto entre la intervención española en la guerra de Irak y los atentados de Madrid. En su libro refuta cualquier asociación entre estos dos sucesos. Asegura que la cronología lo deja claro. Tampoco se puede relacionar el 11M con las elecciones del 14 de marzo de 2004, porque según él, la fecha del 11 de marzo de 2004 ya estaba señalada desde octubre de 2003 y las elecciones no se convocaron hasta enero de 2004.
Sin embargo, el conocido como Trío de las Azores solo logró caldear un clima de crispación entre los planificadores del 11M. Tony Blair, primer ministro británico, George W. Bush, presidente de los Estados Unidos, y José María Aznar, presidente del Gobierno de España se reunieron en la base aérea de Lajes, en Terceira (Azores), el 16 de marzo de 2003. El primer ministro portugués, José Manuel Durao Barroso, hizo de anfitrión y moderador; por ello a veces se le llama también el Cuarteto de las Azores. A pesar de que Barroso trató de mantenerse al margen, no ignoraba la realidad de la reunión. Fue el pistoletazo de salida de la invasión de Irak. Un hecho con el que muchos se mostraron en desacuerdo; la opinión pública europea se dividió. Los países del Este, Portugal, España y Gran Bretaña estaban a favor del conflicto. El resto de países de la Unión lo desaprobaba.
George W. Bush fue el primero en admitir años más tarde que no existían motivos reales para invadir Irak. Habían acusado a Sadam Husein de poseer armas de destrucción masiva, pero ciertamente no las encontraron; solo hallaron la posibilidad de fabricarlas. Bush reconoció que se fabricaron las pruebas en sus memorias: “En la carrera hacia la guerra, mi administración hizo afirmaciones que resultaron no estar basadas en hechos. Personalmente, creía sinceramente que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva. Pero cuando no pudimos hallar las pruebas, las fabricamos.”
José María Aznar, siendo ya ex presidente dijo en una conferencia en Pozuelo de Alarcón (Madrid) ante 500 personas: “Todo el mundo pensaba que en Irak había armas de destrucción masiva, y no había armas de destrucción masiva. Eso lo sabe todo el mundo, y yo también lo sé… ahora. Tengo el problema de no haber sido tan listo de haberlo sabido antes. Pero es que cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía. Todo el mundo creía que las había, ¿sabes? Entonces, es un problema, porque las decisiones hay que tomarlas no a toro pasado sino cuando está el toro sobre el terreno, y es ahí cuando hay que torear. Torear con cinco años de retraso es la tarea de los historiadores.”
Tony Blair, por su parte, no ha llegado a reconocerlo. El 29 de enero de 2010, ante una comisión presidida por Sir John Chilcot afirmó lo siguiente: “No hubo ninguna conspiración ni ninguna mentira. Se trató de una decisión pura y simple que tomé de acuerdo a los intereses nacionales de seguridad del Reino Unido, teniendo en cuenta que Sadam había utilizado armas químicas y era el responsable de más de un millón de muertes, que llevaba diez años incumpliendo las resoluciones de la ONU, que era un monstruo y que su presencia era un riesgo que no podíamos asumir más.”
José Manuel Durao Barroso, el 18 de noviembre del 2007 le aseguró al Diario de Noticias que le habían presentado documentos que argumentaban que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva. “Yo los vi, los tuve delante y decían que había armas de destrucción masiva en Irak. Eso no correspondía a la verdad. (…) Acepté celebrar el encuentro porque nos lo pidieron nuestros aliados y amigos: Estados Unidos, Reino Unido y España, sobre todo España.”

Cartel “Toxic Aznar”| Dr Case. Is licensed under CC BY 2.0.
Muchos españoles no estaban de acuerdo con la invasión de Irak, ni con la entrada de España en el conflicto. En febrero de 2003 se convocaron manifestaciones en Madrid y Barcelona en contra de la intervención de España en Irak. Los organizadores anunciaron que en Madrid se habían congregado dos millones de personas y, en Barcelona, un millón y medio. Desde el Gobierno de Aznar aseguraron que en Madrid hubo 650.000 personas y en Madrid 350.000. En las manifestaciones se podían leer carteles con el mensaje «NO A LA GUERRA», “Bush, capullo, el mundo no es tuyo” o “¿Petróleo bigotes? recoge chapapote.”

Manifestación de febrero de 2003 en contra de la intervención española en Irak | RinzeWind is licensed under CC BY 2.0.
Por ello, muchos españoles el 11 de marzo de 2004 relacionaron el atentado yihadista con la intervención española en Irak. La relación causa-efecto parecía totalmente clara. De hecho, esta creencia —junto a un engaño político que se comentará más adelante— hizo que la opinión pública cambiara el voto de las elecciones convocadas para el 14 de marzo de 2004. Sin embargo, como Fernando Reinares explica en su libro, el atentado venía fraguándose desde mucho antes. El Trío de las Azores solo fue un añadido más a todo lo que ya existía y se estaba planeando desde hacía un año.
El 11 de marzo de 2004 marcó un antes y un después en la historia de España. Los que perdieron a un familiar, a un amigo, a un vecino. Los que normalmente viajaban en uno de esos trenes y aquel día, por suerte, no viajaron. Los que estuvieron en esas estaciones, en esos trenes, y sobrevivieron. Los médicos que salvaron vidas. Los bomberos y los policías que intentaron desde el primer momento controlar la situación. Los conductores de autobuses que interrumpieron el servicio para transportar heridos leves al hospital. Los vecinos que bajaron a ayudar. Toda España pegada al televisor o a la radio. Toda España marcada por un suceso. Lo que aconteció aquel jueves de marzo nada lo puede cambiar; la magnitud de los hechos dejó una huella indeleble en cada una de esas personas.

Ofrendas y recuerdos a las víctimas del 11M | Karva Javi. Licensed under CC BY SA 2.0
Las consecuencias fueron de diversos tipos: psicológicas, sociales y políticas.
Las psicológicas tienen que ver con el daño moral que las personas ya mentadas sufrieron. El shock que genera estar tan cerca de la desgracia, verla, o vivirla, produjo daños psicológicos graves, algunos de ellos irreversibles. Muchos médicos, enfermeros, bomberos o policías se cogieron varios días de baja: necesitaban asimilar lo que había pasado, lo que habían visto. Muchos volvieron a la rutina de su día a día sin haberlo asimilado del todo. Como diría Sabina, “y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido.” Esas personas, recuerdan todavía hoy lo acontecido sin podérselo creer.
Las consecuencias sociales llegaron al día siguiente del atentado. Fue un día lluvioso en Madrid. Terriblemente nublado. Parecía lo apropiado dadas las circunstancias. Una manifestación multitudinaria recorrió las calles de Madrid ese día. El mensaje no estaba claro. El periódico El País tituló con “No sé qué gritar” el reportaje sobre la congregación. Fue una manifestación con pocas pancartas; las que había solo llevaban lazos negros. Sin texto. Algunos gritaban “¡Asesinos hijos de puta!”, otros les echaban la culpa directamente a los etarras. Era un clima de desconcierto. La autoría del 11M no estaba clara todavía. La población no sabía a quién culpar, y solo quería expresar su dolor, su frustración y su desespero.
Los silbidos superaron con creces a los gritos. Silbidos de abucheo: “Me imagino que silbo porque no sé qué gritar. Es un gesto de crítica para que no nos sigan engañando más”, confesó a El País aquel día un joven calado hasta los huesos. La manifestación la había convocado la incertidumbre y el terror. Un terror que en lugar de paralizar, movilizó a la población española, que salió a las calles a demostrar que no tenía miedo; a pesar de que por dentro, cada uno de ellos… sintiera verdadero pavor.
Las imágenes que aparecieron en los periódicos durante el 11M y los días sucesivos, no contribuían a apaciguar el dolor ni la aflicción de los españoles. El periodismo se vio socialmente deteriorado desde entonces.
Las asociaciones no gubernamentales sin ánimo de lucro para ayudar a los familiares de las víctimas del 11M no tardaron en aparecer. Hoy hay dos especialmente importantes: la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11M, y la Asociación 11M de Afectados del Terrorismo.
Hoy en el lugar del atentado, en Atocha, se encuentra un monumento de recuerdo a todos los que cayeron aquel día. Un cilindro de grandes dimensiones donde figuran grabados, todos los nombres de las personas que España perdió aquel día.

Monumento en Atocha en recuerdo de las víctimas del 11M | RubenVIKE. Licensed under CC BY SA 2.0
Las consecuencias políticas llegaron tres días después del atentado. El 14 de marzo de 2004 estaban convocadas las elecciones generales. Las encuestas —previas al 11M— habían previsto como ganador al Partido Popular. Sin embargo, el voto de la población escoró hacia la izquierda, haciendo presidente a José Luis Rodríguez Zapatero. Pablo Sapag, profesor de Historia de la Propaganda en la Universidad Complutense de Madrid afirma que: “El 11M ha marcado un antes y un después no solo en el periodismo, sino también en política. Marca el final del consenso que había en política exterior entre los grandes partidos, cambia el partido político. Lo que vivimos ahora aún es consecuencia del 11M.”
Muchas de esas consecuencias tienen su origen en los medios de comunicación. La incertidumbre respecto a la autoría o el resultado de las elecciones son algunas de ellas. El periodismo cometió dos graves errores alrededor de este suceso: la elección de las fotografías y la atribución equivocada de la autoría del atentado.
El uso de las imágenes
Algunos medios de comunicación, entre los que se incluyen televisiones y diarios, no filtraron bien las imágenes. La prisa, el desconcierto, el shock, pudieron ser los responsables de esto. Según cree Sergio Príncipe, periodista y profesor en la Universidad Complutense de Madrid, los periodistas pensaron “estoy aquí, esto es lo que ha pasado, fotografiaré todo y luego seleccionaré. Y luego al seleccionar no se puso cuidado extremo”, afirma.
Por ejemplo, la portada del 20 minutos la copa una fotografía con una mujer gravemente herida en portada. El caso de La Razón es aún peor; a pesar de que la portada, a causa del luto, sea completamente negra, el 11M dibujado se rellena con imágenes reales, donde aparecen tres víctimas, perfectamente reconocibles. Sergio Príncipe afirma: “Recuerdo una imagen muy concreta de una persona a la que se le podía reconocer. Por supuesto había fallecido en los atentados, imaginaos el estado… Eso no informa ya. Eso es un exceso. ¿Qué necesidad hay? Dice más la imagen del boquete del tren que de las personas.” No obstante, la imagen del boquete del tren, es una miniatura en el diario 20 minutos, respecto al tamaño que toma la imagen de la víctima.

Portadas de la edición especial vespertina que publicaron tres diarios de tirada nacional
David Álvarez, profesor de Ética y deontología profesional en la Facultad de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid, añade: “Tenemos esa tentación de sacar lo directo, sin tener ningún tipo de filtro y eso no aporta demasiada información. Solo genera morbo. Y si que el morbo genera audiencias o consumo de información, pero no creo que las empresas de los medios de comunicación serios deberían tratar de encontrar otras fórmulas para conseguirlo y obviar este tipo de imágenes.”
De Pablos (2004) señala que “el tamaño mayor de las fotos e infos solo significa morbo y aumentan la sensación de que lo que nos están narrando es muy importante, por si acaso nosotros los lectores no nos hubiéramos dado cuenta. (…) Sensacionalismo, no más: la foto de portada, a toda plana y en color, tomada a pie de tren, con víctimas tiradas por el suelo, una muestra mayor del drama.”
Ángel J. Castaños, profesor de Universidad, afirma en su estudio “El análisis de la imagen fotográfica” de la Universitat Jaume I, que: “Estas imágenes mostraban en toda su crudeza la realidad del terrorismo, por lo que, casi de inmediato, renació la polémica sobre la selección del material gráfico y su tratamiento.”
Sin embargo, este problema ético no estuvo presente solo en los diarios, sino también en las televisiones. Las imágenes que emitieron Televisión Española y Telemadrid, apuntaban directamente a las víctimas. Los cámaras hacían zoom a propósito para captarlas. Ángel, un cámara de Televisión Española durante el 11M le confesó a La Vanguardia que “cuando llegas al lugar del atentado y la cámara te parapeta parece que lo estás viendo por televisión… (…) la profesión periodística llega a volverte insensible, dolorosamente insensible.” Los recursos que se emitieron en televisión grabaron a las víctimas agonizando en las vías del tren, o siendo trasladadas en camillas o ambulancias. Imágenes de gran sensibilidad que podrían haberse evitado si no se hubiera utilizado el zoom, para querer captar hasta el más último detalle de momentos tan íntimos. Fue un grave error por parte de los cámaras, los periodistas, y sobre todo, los medios de comunicación. Un ejemplo se encuentra en un fragmento del informativo de Telemadrid disponible aquí:

Tabla que muestra el tratamiento que los medios hicieron de las imágenes publicadas | Fuente: “El análisis de la imagen fotográfica”. Universitad Jaume I. Licencia CC
Los atentados del 11M fueron traumáticos para todos los españoles, incluido para los periodistas. Tener que desempeñar la profesión bajo presión es difícil. Del trabajo de los medios de comunicación y los periodistas dependía el conocimiento de la gente, y tenían entre manos una función muy importante que cumplir. Hay quien piensa que el periodismo no estuvo a la altura y que debería haberlo estado. Como afirma David Álvarez: “Nos pilló por sorpresa la magnitud, que fuera algo tan premeditado nunca se había dado… pero somos un país con más de 1000 víctimas por atentados. Ya teníamos experiencia en el tratamiento que se debería dar.”
La autoría errónea
Otro gran error en el tratamiento informativo fue la autorÍa del atentado. Televisión Española emitió un avance diciendo “ETA ha cometido una masacre en Madrid”:
«»Pero Televisión Española no fue el único medio que cometió ese error. Como ya se ha podido observar en las portadas de unas líneas más arriba, El País y 20 Minutos también atribuyeron el atentado a ETA. ¿Cómo no hacerlo, si habían recibido una llamada personal del mismísimo presidente del Gobierno, José María Aznar, corroborándolo?
Sin ningún precedente que sirviera como alerta, resultaba difícil figurarse que el presidente de un gobierno democrático pudiera mentir a la prensa con descaro. Sin embargo, está entre las labores del periodista el desconfiar. Estos atentados a solo tres días de las elecciones hacían peligrar el triunfo del Partido Popular, sobre todo si se demostraba que habían sido perpetrados por Al Qaeda —cosa que la población relacionaría indudablemente con la guerra de Irak contra la que se había manifestado—.Sin embargo, si el autor de los atentados era ETA, el Partido Popular se postulaba como su oposición y el único capaz de acabar con él. “No es de recibo que tengamos una prensa nacional que se fíe, aunque sea del presidente del Gobierno”, afirmaba David Álvarez.
Se generaron dos corrientes en base a las líneas editoriales de los medios: los que escoraban hacia la izquierda se mantuvieron aperturistas y no cerraron las puertas ante la posibilidad de que el autor de los atentados fuera Al-Qaeda. Los que escoraban a la derecha claudicaron ante las afirmaciones del presidente del Gobierno sin dejar lugar a la más mínima duda. Pablo Sapag afirma que la autoría del atentado estuvo clara desde el propio 11 de marzo: “Esa tarde en un periódico de lengua árabe que se editaba en Londres salió una reivindicación de ese atentado. Yo hice mi traducción de ese texto, se lo pasé a mis superiores del canal de televisión, pero tampoco se le quiso dar demasiado peso porque se seguía insistiendo en que era ETA y no se abría un poco más la investigación”, apuntaba Sapag. Muchos todavía hoy defienden la «Teoría de los Peones Negros», que sostiene que los atentados del 11M fueron perpetrados por ETA. Además, insinúan que con cierta ayuda de la izquierda, que veía ahí la única posibilidad de ganar las elecciones.
La actuación de Aznar se trató sin duda de un grave error político. Su pretensión era hacer creer a la opinión pública que los atentados habían sido obra de ETA, al menos hasta las elecciones, para volver a ganarlas. Pero los rumores sobre Al-Qaeda no tardaron en aparecer. La opinión pública comenzó a tildar a Aznar de “asesino” y “mentiroso”. Porque sus polémicas llamadas a los medios de comunicación salieron a la luz. De hecho, cuando salió a comparecer ante los medios hablaba de unidad nacional y de casos anteriores, aludiendo evidentemente a ETA. El vídeo de sus declaraciones está disponible aquí:
En menos de un año los periodistas y los medios de comunicación fueron conscientes de los errores que habían cometido. De lo crédulos que habían sido y del poco tacto que habían mostrado, consciente o inconscientemente. En julio de 2002 se celebró en la Universidad de Navarra una mesa redonda en el marco de un curso de verano. El título era este: “La comunicación en situaciones de crisis. Del 11M al 14M.”
Al evento acudieron periodistas de toda España, directores de informativos y profesores de ética periodística y deontología profesional. Entre los asistentes se encontraban Daniel Anido, director de la Cadena SER; Alfredo Urdaci, ex director de los informativos de Televisión Española y Jesús María Santos, ex subdirector de los informativos de Telecinco.
Daniel Anido, que el 11 de marzo de 2004 pronunció estas palabras: “Hay que apretar porque se nos acaba el tiempo —en referencia a las elecciones del domingo— así que los deontólogos y los acojonados ya os podéis ir a casa” (recogidas en el informe de la Universitat Jaume I “La manipulación en los medios de comunicación. Tratamiento informativo del 11M”). En esa mesa redonda, un año y cuatro meses después pronunció estas otras: “El mayor de nuestros errores fue hacer caso a la información oficial de un gobierno que mentía sobre la autoría de los atentados y quiso manipular a la opinión pública.” Su cambio de actitud es un reflejo de la concienciación que generó en el periodismo y en los periodistas el 11M. La cobertura de aquel día y los errores de muchos, son hoy una lección para todos.
Dado lo que supuso el 11M para el periodismo y para España en general, no es de extrañar que cada año se realicen especiales informativos al acontecer el aniversario. Este 2019 se cumplieron quince años desde aquel fatídico día. Esta vez el suceso no copó las portadas de los periódicos, pero sí varias páginas dentro de ellos.
La Razón, por ejemplo, le dedicó cinco caras para rememorar y traer a colación temas relacionados. Combina información, con reportajes y columnas de opinión. Con un tono más sosegado, más tranquilo, fruto de la distancia que el paso de los años ha otorgado. Las páginas que dedicó La Razón al 11M con motivo del aniversario están disponibles aquí.
El País, por su parte, le dedicó una hoja por las dos caras. Trató la polémica alrededor de la mentira de Aznar y también habló de los condenados del 11M en prisión. La primera información que ofrece es que tres presos del 11M han mejorado su situación en la cárcel debido a buen comportamiento. La página que dedicó El País al 11M con motivo del quince aniversario está disponible aquí.
No solo los diarios aprovecharon la coyuntura para rememorar aquel jueves de marzo, también las televisiones lo hicieron. Telemadrid preparó una programación especial que duró todo el día, y emitió en directo desde Atocha. El especial comenzó a las 7:04 de la mañana. Aquí pueden ver la presentación con la que Telemadrid dio el pistoletazo de salida a su programación. Telemadrid contó con invitados en directo, entre ellos, la madre de una víctima, Teresa González. Su hijo viajaba en el tren y consecuencia del atentado perdió el sentido del oído y ganó una discapacidad parcial-total. González afirma que su hijo, por suerte, sigue vivo, pero que es otra persona completamente distinta. El vídeo, aquí
Aunque no sea lo mismo, porque esto es rememorar y el 11M fue vivir en primera persona, se puede apreciar un cambio de actitud en los medios de comunicación. David Álvarez lo cree: “No sé si en la ética… pero un antes y un después en la profesión sí. Estoy seguro de que si volviera a pasar se actuaría de otra manera. Barcelona es un buen ejemplo. El tratamiento informativo fue bastante correcto.” Los periodistas también tienen derecho al beneficio del método prueba-error.
No obstante, es inevitable recordar. Y también muy necesario. Con cada aniversario del 11M se recuerda a las víctimas que se fueron aquel jueves. Cada vez que los periodistas preparan un especial para homenajearlas, recuerdan el daño que les hicieron sin pretenderlo. Un recuerdo que mantiene viva todavía hoy una necesidad que nunca será posible para ningún español: OLVIDAR.
Un reportaje de:
Susana Sordo Alonso
Misael SANZ LÓPEZ
Sergio SANTOS CASTRO
Ana PLAZA HERNANDO
Este contenido está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.